Este martes inician los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021, y una de las figuras a destacar es el atleta paralímpico, Ibrahim Al Hussein, uno de los seis deportistas que competirán bajo la bandera del equipo de refugiados y que perdió su pierna a manos de un francotirador en la guerra de 2013.
En una conferencia de prensa con medios internacionales, Al Hussein contó su historia y reveló que en la guerra uno de sus amigos le gritaba: ‘Ayúdame, ayúdame’, por lo que no dudó en brindarle su apoyo pese a saber que podían dispararle: "Nunca me habría perdonado dejarle morir en medio de la calle”.
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Fue ahí cuando cerca del lugar explotó una bomba, provocando que su tobillo izquierdo quedara muy dañado así como su pierna y brazos, pero no le importó, su gran acto de humanidad permitió que su amigo sobreviviera y hoy pueda contar que tiene tres hijos.
“No entendía qué estaba pasando. La presión de la bomba, el humo, la atmósfera… Tuve heridas en el pecho, en los brazos y en mis dos piernas. Vino gente a ayudarme tras escuchar el sonido de la bomba .Aquella explosión se llevó con ella su sueño de ir a unos Juegos Olímpicos como nadador", agregó.
¿Qué era de Al Hussein antes del accidente?
El nadador estrella practicaba judo pero su padre, entrenador de natación, le inculcó desde pequeño el amor por el agua, al igual que a sus 13 hermanos y su sueño era participar en unos Juegos Olímpicos, pero la guerra se lo impidió.
Luego de ser un deportista ejemplar y perder su pierna, Al Hussein, contó que era una persona como todas, activa, trabajaba, estudiaba, y cuando ocurrió el accidente se deprimió pues uno de sus sueños se veía interrumpido.
Refugiado como otros sirios
Ya sin su pierna, el sirio buscó refugio en otro lugar más seguro para no perder la vida como muchos de sus compatriotas que se han visto afectados por la guerra que azota en Medio Oriente, principalmente en Siria, donde en 2011 estalló un duro conflicto que se mantiene hasta nuestros días.
Cabe recordar que en la actualidad hay 6,6 millones de refugiados sirios en el mundo, prácticamente la mitad de la población.
“Solía caminar con una caja de herramientas en mi mochila todo el tiempo. Me sentaba en la calle y la arreglaba para seguir adelante”. Al final decidió buscar suerte en otro país y se dirigió a Grecia. Siempre en busca de un futuro mejor, de una vida ‘normal’ como la que le habían arrebatado con la guerra. Dormía en la calle y algunas noches no tenía comida ni nada, incluso comía frutas de los árboles de la calle", contó entre lagrimas.
Ibrahim Al Hussein, miembro del Equipo Paralímpico de Refugiados en Tokio
Ya sin el miedo de ser víctima de una guerra, el deportista ahorró dinero, consiguió un bello departamento en Grecia y reconstruyó su vida.
Tras los Juegos de Río, año y medio después de llegar a Atenas, por fin encontró una piscina donde poder entrenar y comenzó un nuevo sueño, ahora paralímpico: “Era la piscina olímpica durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2004 en Atenas. Poder entrenar en esa piscina me dio mucha motivación para seguir adelante con la esperanza de que algún día pudiera dar un mensaje al mundo entero".
“Quiero que todos los refugiados tengan oportunidades en el deporte. No puedo imaginar mi vida sin el deporte. Puedo dejar de comer, pero no puedo dejar de tener deporte en mi vida. Es lo que me hace seguir adelante”, finalizó el atleta paralímpico.