Era el favorito para repetir el oro que había ganado en las Olimpiadas de Montreal 1976 en la prueba de caminata de 20 kilómetros.
Su palmarés de Juegos Panamericanos, Centroamericanos, Mundial de Atletismo y el oro Olímpico cuatro años atrás, no dejaban duda que en Moscú 80 se llevaría la presea dorada.
Sin embargo, los jueces marcarían el destino del marchista nacido en San Luis Potosí y criado en Monterrey.
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La de Daniel Bautista fue la historia de lo que para muchos ha sido una de las grandes injusticias de los Juegos Olímpicos.
El maldito túnel
La competencia se desarrolló sin sorpresas, Bautista lideraba el pelotón en una lucha sin cuartel.
El marchista regio estaba en dura batalla contra los alemanes del este, soviéticos e italianos, quienes buscaban derrotar al campeón olímpico.
El equipo mexicano estaba conformado por el propio Bautista, así como Raúl González y Domingo Colín, quienes se rezagaron en la competencia ante la presión de los alemanes y soviéticos.
A escasos 2 kilómetros de la meta en el Estadio Olímpico de Moscú, la tragedia se consumó.
Tras ingresar al último túnel y enfilarse a la entrada del estadio, Daniel Bautista, quien era seguido por el competidor soviético Anatoliy Solomin, ya no salió. Fue descalificado por los jueces alemanes y polacos.
Venganza mexicana
Todo México quedó sin hablar, el campeón Olímpico de Montreal 76 había sido descalificado.
La sorpresa fue que también el atleta soviético tampoco salió.
Al ver la descalificación del mexicano, otro de los jueces, connacional de Bautista, se acercó al andarín soviético y lo descalificó.
La venganza mexicana se había consumado, pero la esperanza de una medalla en esa prueba se había esfumado; Raúl González estaba lejos de llegar a obtener una presea y al final quedó en sexto lugar.
Domingo Colín, como presagio de lo que vendría, fue descalificado en el kilómetro 13.
Sorpresa en Moscú
Tras la eliminación del mexicano y el soviético, el mundo quedó sorprendido cuando del túnel apareció el italiano Maurizio Damilano, quien a la postre ganó el oro, seguido por el soviético Pyotr Pochenchuk y el alemán oriental, Roland Wieser.
Así quedó consumada, lo que para muchos especialistas y atletas fue una de las mayores injusticias en las Olimpiadas de la era moderna, la descalificación de Daniel Bautista.