Pensemos en personas elegantes. Por supuesto, las primeras que vienen a mi mente son las legendarias Jackie Kennedy, Audrey Hepburn o Lady Di, en su momento; hoy en día podríamos nombrar a Kate Middleton, Chiara Ferragni o Kate Blanchett; y hombres, se me ocurren Matthew McConaughey, Bradley Cooper o al príncipe Carlos de Inglaterra, por nombrar algunos.
Pero ¿Qué es ser elegante? Primero decir que no se trata de las prendas que se traigan puestas, ni de la riqueza o falta de ella, ni de las cualidades externas, como se puede ver en la película House of Gucci, donde el papel de Patrizia, interpretado por Lady Gaga, muestra una mujer envuelta en joyas y ropa de marca, que carece de esa cualidad. Ni la ropa ni los cosméticos logran ocultar la banalidad albergada en el alma.
La palabra elegancia proviene de "elegir" y hace referencia a una elección interna: elegir con inteligencia cada paso que se da, una actitud hacia la vida, la forma de conducirse, ser o presentarse; en ello radica su valor.
Aunque hay cierta elegancia innata, que por lo mismo es intangible y misteriosa, también existe aquella que se logra. Ambas se detectan de inmediato y son especialmente atractivas. Las personas que poseen elegancia dicen todo sin decir nada, su personalidad es más importante que las cosas que portan.
Recuerdo un maestro que tuve cuando estudié consultoría de imagen en San Francisco, California, que nos decía: "Si puedes describir tu prenda a una amiga por teléfono y te entiende