El violín es un instrumento musical pequeño, fácilmente transportable y aparentemente sencillo. Mide alrededor de 60 centímetros y tiene solo cuatro cuerdas. Es un instrumento de cuerda frotada, lo cual significa que se toca por medio de un arco.
Como te decía, es aparentemente sencillo. Pero no te confundas, las apariencias engañan, el violín, es, en realidad, un pequeño objeto de madera que encierra todo un universo. Su sonido es uno de los más hermosos que existen. Puede ser profundamente dulce pero también melancólico, alegre, vivaz, dramático e, incluso, misterioso.
Ese niño era Itzhak Perlman que nació en 1945 en Israel, adonde sus padres habían llegado procedentes de Polonia. Él mismo ha relatado que cuando ocurrió esa suerte de epifanía musical era realmente muy, muy pequeño.
Contaba solo con tres años y medio, pero el acontecimiento fue tan importante para él que aún lo recuerda con vivacidad.
Poco después, cuando tenía cuatro años, enfermó de poliomielitis lo que afectó para siempre su movilidad. Tuvo que usar aparatos ortopédicos y aprendió a caminar con muletas. Pero esto no detuvo sus sueños musicales, lo cual resulta especialmente curioso si se toma en cuenta que en su familia nadie se dedicaba a ese oficio. Aprendió en un violín de juguete y después pudo tomar clases en el conservatorio de su ciudad natal. Dio su primer recital a los 10 años.
Cuando se le presentó la oportunidad de ser becado en la prestigiosa escuela Julliard de Nueva York, su familia se mudó a esa ciudad para poder apoyarlo. Y fue así como se convirtió en una gran figura de la música.
Perlman es uno de los más grandes virtuosos del violín en nuestros días. Sabe sacar del instrumento los sonidos más precisos y más sutiles. A sus casi 77 años, no ha perdido la habilidad como ejecutante y sigue abordando con soltura los pasajes musicales más complejos.
Algunas de sus grabaciones se han vuelto legendarias como la de las Sonatas y Partitas para violín solo de Bach o la de los 24 caprichos para violín de Paganini.
Es un hombre amable, generoso, simpático, siempre sonriente y dispuesto a compartir su arte. Su agenda está permanentemente llena y las orquestas de todo el mundo se sienten honradas de poder invitarlo.
Pero él sigue protegiendo el tiempo que dedica a su familia, como lo ha hecho a lo largo de toda su carrera. Y, además, procura tener tiempo para enseñar a los jóvenes aspirantes a violinistas, lo cual hace en clases presenciales y también en sesiones en línea.
Sus consejos son enriquecedores e interesantes, incluso para quienes no toquen el violín, pero estén en busca de perfeccionar la actividad a la que se dedican y sacar lo mejor de sí mismos.
Dice Itzhak Perlman:
Lo más importante es seguir tocando siempre como si fuera la primera vez, sin perder la convicción y el entusiasmo.
Y practicar, practicar, practicar.
Con orden, con paciencia, en fragmentos cortos, con conciencia plena de lo que se está haciendo. Sin limitarse, pero sin excederse.
No desesperes, si las cosas aún no salen como tu quisieras, persevera. Es cuestión de tiempo y de trabajo.