Es lamentable saber que, en pleno siglo XXI, en varias regiones del mundo aún prevalecen enfermedades que, si bien la ciencia podría eliminar, siguen afectando a muchas personas.
Ese el caso del mal de Chagas, una enfermedad producida por un parásito llamado Trypanosoma cruzi que se transmite a los humanos a través de varias especies de chinches, que perjudica a más de 6 millones de personas en el mundo y que ocasiona cerca de 12 mil muertes anuales.
A pesar de este grave panorama, es esperanzador saber que existen hombres y mujeres extraordinarios que, día a día, se esfuerzan por apoyar a los demás para proteger o restablecer su salud, tal como lo hace, desde hace más de 40 años, la Dra. Carlota Monroy, una entomóloga e investigadora guatemalteca que ha dedicado su vida al estudio de las medidas para eliminar el mal de Chagas.
La perspectiva novedosa introducida por la Dra. Carlota es comprender que el mal de Chagas es una enfermedad asociada al deterioro de los bosques y las selvas.
Cuando estos ecosistemas son alterados, las chinches buscan nuevos lugares en donde sobrevivir y los encuentran en las viviendas humanas, cuyas paredes de adobe o bajareque les proporcionan las condiciones ideales para reproducirse.
Con esto en mente, la Dra. Monroy buscó una estrategia para mejorar las casas sin la necesidad de usar insecticidas y la encontró al revestir sus paredes y pisos con materiales locales, abundantes y económicos, como la ceniza volcánica.
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