OPINIÓN HÉCTOR ZAGAL

Los peligros del invierno

¿Ustedes serían capaces de encender una fogata sin cerillos? El escritor Héctor Zagal narra el proceso histórico y los avances de la humanidad para vencer el frío.

¿Quién dijo frío?
¿Quién dijo frío?Créditos: Pixabay
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¿Eres team frío o team calor? Esta pregunta sólo tiene sentido para quienes, como yo, somos chilangos de de la colonia del Valle. Pero en otros lugares de nuestro país y del mundo, el frío no es un tópico que se tome a la ligera. En algunas regiones, salir a la calle con el cabello húmedo, después de bañarse, puede costarnos una pulmonía. 

Imaginemos cómo era la situación hace miles de años, en la última glaciación que vivió el ser humano. Las personas debían resguardarse en cuevas y aprovechar lo mejor que fuera los pocos recursos con los que contaran. Hacer una fogata no era sencillo. ¿Ustedes serían capaces de encender una fogata sin cerillos? Si a veces nos cuesta encender el carbón para la carne asada... Además, la leña escaseaba. No había hachas de metal. Salir a buscar leña, suponía el riesgo de toparse con un depredador. ¿Cuánto combustible es necesario para mantener una tibia una caverna durante meses? La necesidad es madre de la inventiva: los hombres del Paleolítico aprendieron que los huesos triturados de los animales cazados eran combustibles. El fuego era menos intenso que la madera, pero duraba mucho más.

Prender una fogata en un recinto cerrado es peligroso por los gases que el fuego libera. Contra lo que podría imaginarse, la chimenea es un invento relativamente reciente. Ni los griegos ni los pueblos mesoamericanos las utilizaban. Claro que ni los unos ni los otros tenían que enfrentarse a los gélidos inviernos del Mar Báltico o de los Grandes Lagos.

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¿Ha oído hablar de la calefacción por piso radiante? Parecería que es un invento moderno pero, en realidad, se la debemos a los antiguos romanos. La alta sociedad romana, ávida de comodidades,  ideó el hipocausto, un sistema de calefacción subterráneo. Colocaban una caldera fuera de villas o palacios y, por medio de conductos, llevaban los gases calientes a cámaras ubicadas debajo de las construcciones. Fue un mecanismo ingenioso, pero muy caro. En ocasiones, las personas debían usar sandalias para no quemarse los pies.

Antes de que las chimeneas funcionaran correctamente, era complicado crear un buen sistema de ventilación. Si no se construía bien, el calor escapaba junto con el humo.  Para colmo, las corrientes de viento entraban a los hogares por los ductos. Actualmente, la chimenea es sólo un elemento decorativo. Hay ciudades donde está prohibido utilizarlas porque son altamente contaminantes.

El invierno aguzó el ingenio en Rusia. Entre el siglo XIII y XVI,  los rusos crearon una opción diferente: la estufa de inercia. Estas estufas estaban hechas con materiales, como el ladrilo, que conservan el calor. De esta forma, el humo se iba, pero el calor se mantenía en la estufa, incluso cuando se había apagado. Busquen algunas fotografrías de tales estufas en la red. Fueron un gran invento y algunas de ellas son muy bellas.

Los españoles utilizaban braseros, recipientes cóncavos donde quemaban carbón dentro del hogar. Eran pequeños y la ventilación no era un gran problema. O bueno, eso parecía hasta que, durante una mañana de invierno de 1621, Felipe III les ordenó a sus criados que colocaran un brasero cerca de él mientras revisaba la correspondencia.

Al poco tiempo, el monarca español comenzó a sentirse mal pero, ya sea por hacerse el digno o porque de plano no pudo, no se quejó. El Marqués de Tovar se percató del malestar del rey y le pidió al Duque de Alba que retirara el brasero. El protocolo de la monarquía española era muy estricto: un Marqués no podía acercarse tanto al Rey.

Otro contratiempo: el Duque de Alba tampoco estaba facultado para hacerlo. Tuvieron que esperar a que el Duque de Uceda, quien sí estaba autorizado, llegara de las afueras de Madrid para mover el fuego. Cuando al fin alejaron a Felipe III del brasero y lo llevaron a reposar, el rey estaba francamente enfermo. Esa noche murió. ¿Murío por los gases del brasero o de otra enfermedad? No lo sabemos a ciencia cierta. Verdad o leyenda, hay un hecho incustionable: encender un brasero dentro de una casa no es buena idea.

Y para cerrar: la muerte de Felipe III sucedió en el Antiguo Alcázar Real de Madrid, edifició que se incendió en 1734 a causa de una chimenea descontrolada. ¿Cómo ven? La lucha contra el frío es una de las grandes batallas de la humanidad.

(Escrito en colaboración con Óscar Sakaguchi)

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@hzagal