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La miro atenta mientras juega voleibol. Lo primero que me llama la atención en su equipo es la fiereza con la que juegan… saques, golpes bajos y mucha fuerza. Son un grupo de niñas que se tiran al suelo con tal de que la pelota no caiga y se raspan y se levantan y siguen adelante. Después, las observo detenidamente: todas llevan un moño en el peinado; símbolo de coquetería, feminidad, una sonrisa en el rostro y, claro, sus rodilleras son de color rosa. Entonces me doy cuenta que esos dos principios son absolutamente compatibles, que esas niñas son mezcla de fuerza y delicadeza, de entereza y amabilidad. Cuando finalmente termina el partido, solidarias se abrazan llenas de júbilo. En ese momento, sonrío agradecida, pero no por el triunfo del partido, sino por mi propia victoria como madre de una de esas pequeñas. Lo hago bien y por eso sonrío, me comenta plena de satisfacción Valeria, una radioescucha.
La escucho complacida y reflexiono sobre el tema. Hoy es el Día Internacional de la mujer y sí, aún falta mucho en materia de igualdad de género. “No hay nada qué celebrar”, dicen, pero ahí es donde no concuerdo: claro que debemos festejar, hacer una pausa y congratularnos por los avances que hasta el día de hoy se han logrado, pero también creo que como padres o adultos, seamos mujeres u hombres, debemos ser capaces de aprovechar esa pausa para asumir nuestra responsabilidad de educar a hijos e hijas en paridad.
Conceptos como roles de género son inculcados desde pequeñas edades: los niños no lloran, los niños son activos, fuertes y las niñas son miedosas, sensibles, quietas. ¿Quién decide? Yo creo que todos somos diferentes y que hoy reaprendemos a respetarnos, a conocernos y si a partir de ello, somos capaces de romper con paradigmas y enseñarles a nuestros hijos o alumnos que los arquetipos y roles de género son cosa del pasado, entonces seremos capaces de lograr una educación igualitaria en la que los niños se interesen también por desarrollar habilidades artísticas a través de su propia sensibilidad y las niñas, fuertes y seguras de sí mismas sean capaces de enfrentar miedos.
Eduquemos a las mujeres del mañana, evitemos decir: tú no puedes, tú no sabes, así no te va a salir o eso nunca lo aprenderás. Generemos autoestima y propongamos que lo intenten, que no se den por vencidas, que después de caerse, sigan adelante.
Reconozcamos sus logros, sí, pero también eduquemos en el fracaso y expliquemos que éste es necesario como una oportunidad para probar de nuevo, siempre con actitud. Hagámosles saber que no están solos, que ahí estamos nosotros con un mensaje positivo, con la seguridad y la motivación que necesitan. Sobre todo, es vital que a los niños y a las niñas les enseñemos a afrontar y enfrentar sus propios errores, es necesario que aprendan a gestionarlos, que sigan avantes.
No educamos a nuestros niños ni a nuestras niñas bajo estos conceptos, si lo hiciéramos tendríamos aún más razones para conmemorar este día, claro está, porque entonces seríamos capaces de mirarnos como un todo: imagínate que una mujer joven y fuerte pueda ceder el asiento a un hombre adulto mayor o una niña a una mujer embarazada. Seríamos más solidarios, más seguros de nosotros mismos, más hermanos, seríamos más mujer y más hombre, más seres humanos y entonces podríamos ser más felices, vivir mejor. ¿Tú, qué haces para romper roles de género? Feliz Día Internacional de la Mujer.