POLARIZACIÓN

Perfecto no es

Cuando fríamente analizamos por qué nos sentimos tan confundidos en la relación, y con  la mente y corazón abiertos aceptamos nuestros defectos y los del otro

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Perfecto no es - 20 Feb 24

En todas las relaciones humanas pasamos por tres etapas. El camino de conocernos uno a otro, es muy similar a una vereda en el campo. Transita  por espacios planos, enmarcados de verde y flores que se intercalan con tramos de  aridez, curvas y piedras. Ya sea que se trate de una simple amistad, o de una relación de pareja, las etapas por las que circulamos en mayor o menor grado son las mismas.

La primera etapa es la idealización. Es el período en el que nos “enamoramos” de la persona. Con mucha ilusión y nada de objetividad le vemos todas sus cualidades. Vemos aquello que queremos ver. Nos enamoramos de la imagen de esa persona, como si fuera una fotografía perfecta colgada en la pared.

Durante esta fase la relación es superficial, e ignoramos  cualquier defecto que pueda tener el otro. A su vez, nosotros nos mostramos, como otra foto igual, insuperable: Somos toda bondad, simpatía, tolerancia, prudencia, y sonrisas. Todo es perfecto.

Como inevitablemente somos seres imperfectos, el bache viene cuando la relación se intensifica y llega el momento de quitarnos la máscara y mostrar nuestro “yo” completo. Esto nos provoca un poco de inseguridad, ya que tememos decepcionar y que el otro nos decepcione también.

Cuando la relación nos lleva por la complejidad de lo que en realidad somos los seres humanos, viene la segunda etapa del acoplamiento.

La polarización. De pronto, aparecen  fisuras en la imagen idealizada, y con un sobresalto nos damos cuenta que “la persona maravilla” tiene defectos.  Nos preocupan sus mañas y faltas. Sus debilidades nos reflejan y nos recuerdan, que también estamos llenos de imperfecciones. 

En esta etapa, hacemos juicios y empezamos a generalizar: Todos los hombres son iguales. Es una histérica, etc.  Estos comentarios, inician un círculo que como boomerang regresan y deterioran la autoestima.

Cuando fríamente analizamos por qué nos sentimos tan confundidos en la relación, y con  la mente y corazón abiertos aceptamos nuestros defectos y los del otro, nuestra  visión se expande y podemos recibir a la persona en forma integral. La  relación fluye de nuevo por buen camino y estamos listos para pasar  a la tercera etapa.

La integración. En esta época sentimos cómo el otro nos respeta, nos transforma, nos motiva, nos hace crecer y ser mejores personas.  Al mismo tiempo, las expectativas de ambos son reales y aterrizadas. En los dos hay la voluntad de fundirse y desprenderse a la vez, para tener una relación auténtica y comprometida.

Para esto se necesita una buena dosis de humildad y compromiso;  aprender a ver tanto en nosotros como en el otro, lo que en realidad importa en la vida, para pasar por alto aquello que es intrascendente.

En la etapa de idealización, esperamos y anhelamos que el otro llene nuestros vacíos. En la etapa de polarización, nos damos cuenta con cierto agobio, que los demás no son perfectos, y que cada uno de nosotros tiene su propia tarea por hacer. En la fase de integración, comprendemos que cada ser humano es una excepción y no una regla. Valoramos  la individualidad de cada uno y aprendemos a quererla con todo y su lado oscuro.  

Nuestras imperfecciones pueden ser las raíces de nuestra fortaleza, y los catalizadores para madurar.  Mientras estemos conscientes de ello, de que el trabajo que se requiere para integrarnos uno al otro nunca termina; y de que en ese camino del conocernos, siempre habrá piedras y curvas por vencer, podemos decir: que como pareja, o como amigos, hemos logrado la etapa final de madurez y de integración.

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