Una extensa lista y como una amplia tradición gráfica del arte popular avalan los rótulos, las imágenes que definen (o definían) un local callejero, un puesto ambulante con sus mantas apetitosas de colores y tipografías vivas e identitarias del barrio que las vio nacer: “taquería el cachito” con su gráfico en tres fondos coloreados cada uno más vivo, definieron mi mirada antojadiza de la infancia. “Capillas ardientes” con tenebrosas letras rotuladas en la enorme fachada de un edificio al iniciar avenida Revolución y Viaducto que tantos años jalaron mi mirada inquieta de querer descifrar a qué se refería ese anuncio poderoso de la gráfica.
No se puede pensar la vida urbana de esta ciudad sin esos letreros, esos anuncios de locales, de puestos callejeros, de bardas pintadas con elocuentes diseños de artistas anónimos que definen esa manera colorida, festiva y personal que los mexicanos hacemos para pintarnos solos. Y que tienen sus orígenes desde finales del siglo XIX, entre las calles del centro y las vecindades atiborradas de improvisados locales en la banqueta y los patios con los rótulos que el propio José Guadalupe Posada diseñó para varias de las tenderas de su morada en el número 6 de las calles de la Paz (hoy Jesús Carranza) hasta el magnífico taller de la Gráfica Popular creado y auspiciado por el enorme maestro Leopoldo Méndez y sus discípulos: Alfredo Zalce, Luis Arenal, Pablo O´Higgins o José Chávez Morado, sumando con las décadas a otros grandes que han retratado e inmortalizado una gráfica de calendarios, de rótulos y empaques de cerillos como fue el caso de las utopías mexicanas del mexicano de la mano de su creador Jesús Helguera.
La lista y las razones de ese arte en rótulos identitarios e imaginativos que definen cada barrio, cada esquina y cada negocio parece ser amenazado por la ignorancia y la simplista ideología de una alcaldesa que no sólo desconoce la importancia simbólica, cultural y social que significan los rótulos en los diversos negocios de las calles de la ciudad y del país, sino que de tajó busca colocar su impronta todopoderosa asumiéndose dueña de la cultura urbana.
Desde el pasado 24 de mayo, los vecinos de la alcaldía Cuauhtémoc amanecimos con la descabellada idea y arbitraria decisión de la responsable de esta demarcación Sandra Cuevas, de cubrir o desaparecer los rótulos y gráfica de los 1500 locales en el centro de la ciudad con su “sello político”; imponiéndose nuevas reglas para el comercio de vía pública (sic) como lo define su boletín de prensa… y borrar de tajo y con la soberbia ignorancia de una determinación que atenta contra la libertad de expresión, de cultura y valor urbano de esos rótulos que por décadas han definido lo que somos los mexicanos: color y forma como lo dijo el artista Chucho Reyes.
La Red Chilanga de Defensa del Arte y la Gráfica Popular (Rechida) integrada por artistas visuales, historiadores, arquitectos y abogados para la defensa del patrimonio gráfico popular de esos locales que han sido alterados por una mente corta y limitada de la alcaldesa. Aunque los propios locatarios no han querido sumarse a esta red por temor a las represalias por parte de las autoridades. Y a tal presión la respuesta de Sandra Cuevas es que ha querido “limpiar y ordenar a los comerciantes de la demarcación”; entendiéndose como su autopromoción en la vía pública a costa de los locatarios. ¡Vaya cinismo! Sin respeto a la identidad urbana y popular. Esa imposición y arbitrariedad busca borrar de un tajo político una expresión callejera en la cultura visual donde “los mexicanos nos pintamos solos”.
Abramos la discusión: @salmazan71