HISTORIAS

Andrés Pérez, el joven mexicano que conquistó el Everest y casi no vive para contarlo

Con tan solo 19 años, el alpinista cumplió uno de sus más grandes sueños; sin embargo, resultó ser una experiencia agridulce. Hoy, a la edad de 20, nos cuenta cómo vivió esos momentos.

El mexicano conquistó la cima del Everest a los 19 años.
El mexicano conquistó la cima del Everest a los 19 años.Créditos: Cortesía
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Desde temprana edad, Andrés Pérez soñaba con subir al Monte Everest, la montaña más alta en la superficie de la Tierra. Con tan solo tres años, el alpinista mexicano escaló su primera cima, encantándose desde ese momento de la naturaleza, aire y más experiencias.

Este 2023 fue el año en que el joven de 20 años logró su meta, aunque esto representó retos enormes como un entrenamiento arduo, una buena alimentación y preparación mental; sin embargo, no contaba con uno más: quedarse con escaso oxígeno al punto de tener miedo de perder la vida.

La historia de Andrés es una de éxito, pues subir 8 mil 849 metros (la altura del Monte) no es para nada fácil, pero con el apoyo de su familia, amigos, disposición, actitud y un buen equipo cumplió su objetivo.

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20 años de alpinismo para llegar al Everest

Conquistar la cima del Everest no es algo que se hace de un día para otro. Tras prácticas y perder el miedo a los tres años, el entonces pequeño aventurero subió al Iztaccíhuatl con tan solo 12 años y unos 365 días después, se enfrentó a la montaña más alta de México: el Pico de Orizaba.

“Fue entonces cuando dijimos ‘Oye, ya acabamos las de México, ahora vamos por las montañas más grandes del mundo’”, recordó emocionado en entrevista para MVS Noticias.

Si él, junto con su familia y amigos, ya había escalado las principales formaciones del país, ¿qué seguía? Explorar nuevos rumbos del otro lado del mundo.

A los 15 años, un adolescente mexicano suele terminar la secundaria, festejar, pasar excelentes momentos en la escuela o simplemente ver decenas de películas en casa, pero Andrés Pérez fue más allá.

A esa edad, subió el Mont Blanc, el punto más alto de Europa Occidental con una altitud de 4 mil 807.81 metros sobre el nivel del mar.

“Hace cinco años, dijimos hay que subir el Everest y hay que crear todo un plan. Entonces creamos mi papá y yo un plan de cuatro años en ese entonces para que, en 2023, ese año, se lograra la cumbre y así fue”, contó.

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Rumbo al Monte Everest

El entrenamiento fue “muy duro” y “muy fuerte”, describió Andrés, quien desarrolló diferentes capacidades técnicas como escalar en roca, hielo y nieve, así como la fortaleza física y mental durante cuatro años.

En primera instancia se pudiera pensar que lo más complicado es la resistencia física, pero no siempre es así.

“Para mí, lo más importante y lo más difícil para conquista un 8 mil, bueno, el Everest, viene siendo la parte mental (…) Este año fue el más mortífero de todos, me parece que fueron 17 fallecimientos y muchos otros accidentes”, mencionó.

“Durante toda la expedición te vas enterando de todos estos accidentes que van pasando y les van pasando incluso a amigos tuyos con los que estás conviviendo en las montañas, a sherpas queridos de la comunidad”, añadió.

Para enfrentar lo anterior, le funcionó demasiado platicarlo con su padre, quien lo acompañó en esta travesía.

Otro punto importante para el joven mexicano fue la ayuda de la tecnología como el uso de gadgets que le permitieron medir cada uno de sus movimientos. En su caso, el Huawei Watch GT3 Pro.

“El día de hoy es una bendición que tengamos todos estos gadgets tecnológicos como para mí era un reloj que yo tenía, de Huawei, tenía el Watch GT3 Pro, durante todo el entrenamiento con ese reloj yo me estuve checando mi frecuencia cardiaca, mi oxigenación, para entrenar justo como tenía que entrenar porque cada deporte tiene su entrenamiento muy específico”, especificó.

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El momento en que Andrés Pérez temió por su vida en el Everest

En el mundo del alpinismo existen ciertos riesgos clasificados como “objetivos”, que, según Andrés, “son aquellos que no puedes controlar como la caída de edificios de hielo”.

“Si se cae encima de ti, ya te sepultó y no hay nada que puedas hacer, caída de piedras o que se te acabe el oxígeno, es un riesgo que los alpinistas tomamos, relató.

Por fortuna, no se enfrentó a eso, sino a otra situación adversa.

“Cuando yo estaba escalando el Everest, en el último día, en el último empuje, ya estaba a 100 metros de la cima y hasta a 7 mil 700 metros, ahí ya casi no hay oxígeno, entonces debes usar oxígeno suplementario y cuando llegué a esa parte, se llama la Cima Sur, estaba muy cansado, rememoró. “Así que me senté tantito a descansar y al sentarme, le pego con mi cabeza al tanque de oxígeno, fue leve, se supone que no debería pasar nada, pero sí pasó, se empezó a salir todo el oxígeno, hasta que salió todo del tanque, no me di cuenta hasta que no podía respirar literalmente”.

Tras esto, se levantó con todas sus fuerzas para pedirle ayuda a su sherpa (guía del Himalaya), pero al gritarle, cayó al suelo en lo que sería “casi” un desmayo.

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“Ya no me podía mover, estoy viendo a las montañas, sin poder moverme, se empieza a ver una visión de túnel, siento hormigueo en mis manos, se va expandiendo a todo mi cuerpo, y por unos momentos yo dije ‘Aquí quedé, aquí morí’, hasta que de churro pasa el sherpa, regresó por mí y traía un tanque extra, por suerte lo traía y me lo conectó rapidísimo, me volvió a dar vida”, recordó, aunque ya de una manera más tranquila.

Tiempo después, Andrés se enteró que, en casos como este, entre cinco y 10 minutos después entras en coma y mueres en el momento.

“Yo estuve unos cinco, seis minutos sin oxígeno, estuve cerca y gracias a Dios y al sherpa que me salvó la vida”, dijo. “Es difícil el imaginarte el cómo es no poder respirar hasta que no respiras”.

Ahora, Andrés Pérez duda regresar pronto al Everest; sin embargo, tiene en mira otras montañas como la K2 en Asia, con una elevación igual mayor a 8 mil metros. Mientras tanto, agradece todo el apoyo de su familia y amigos, quienes no solo lo auxiliaron en los momentos de tensión, sino también después de esta experiencia agridulce.