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Cada instante decidimos nuestra existencia, qué comer, qué hacer, qué decir, a quién amar, por quién sufrir y cómo vivir. A esto, Víctor Frankl le llama “el sentido del momento”.
Víctor Frankl, el padre de la logoterapia, vivió cuatro años en un campo de concentración y encontró sentido a su vida al soportar las peores atrocidades. Autor del libro "El hombre en busca de sentido" ha influido en el alma de muchos quienes su testimonio es un mensaje de vida y esperanza.
Hoy lo recuerdo al escuchar y leer las noticias que nos preocupan a todos: lo político, lo económico y lo social tocan de cerca nuestras vidas y nos hacen creer que el mal es lo que impera.
No es noticia hablar de lo mal que está el mundo, lo malo es que el mal resulta siempre fácil, rápido y por lo tanto palpable. Vivir es enfrentarnos a lo que la vida trae. A lo que nos gusta ya lo que no. Es nuestro privilegio elegir y responder con la actitud que nosotros decidamos.
Nos cuenta Frankl que, en la Segunda Guerra Mundial, los niños huérfanos dormían con un pan en la mano para asegurarse que iban a tener algo que comer al día siguiente como lo habían hecho ese día, muchos de esos niños sobrevivieron gracias a que otros prisioneros les dieron sus últimos pedazos de pan.
Comenta Frankl. "Los que vivimos en los campos de concentración podemos recordar a los hombres que iban por las barracas reconfortando a los demás, regalando sus últimas migajas de pan. Pueden haber sido pocos en número, pero son suficiente prueba de que se le puede quitar todo a un hombre excepto una cosa: la última de sus libertades, la libertad de elegir su actitud y su camino en cualquier circunstancia".
Nuestro verdadero alimento es el sentido que le damos a la vida, saber que lo tenemos guardado en la mano, eleva nuestra confianza y nuestra autoestima. Nos hace sentirnos valiosos.
Cuando tocamos nuestra esencia, pedimos tener el auténtico pan, el que sí consuela, el que da alegría, el que se comparte cuando hay escasez del mismo. Ese pan, es la armonía en la familia, el amor, la paz social y de espíritu.
Es verdad que la vida trae dolor, trae frustración, trae angustia. Sin embargo, se puede vivir mejor de lo que creemos cuando le podemos dar un sentido a todo esto.
Entre las cosas de las que Frankl se sentía más orgulloso, estaba el hecho de haber encontrado sentido a tanto padecimiento, aunque nadie lo envidiara por eso. Gracias a sus palabras de aliento, a su capacidad de amar y a su deseo de vivir, muchos de sus compañeros prisioneros sobrevivieron a pesar de haber tocado los peores infiernos.
Como él dice logró tornar la derrota en victoria.
Cuando no sólo nos alimentamos del pan, si no es le llega a otras personas, a través de cariño, de atención, de alguna manera facilitamos la supervivencia en los otros.
Es entonces cuando fabricamos nuestra misión y el sentido de lo que somos, cada instante se presenta como único e irrepetible en una decisión concreta, que no volverá a presentarse jamás. De ahí que cada decisión que tomemos va formando nuestra propia historia.
Como decía un pensador anónimo “Se solicitan más personas que hagan algo por mejorar las cosas, menos que las desaprueben, más personas que actúen y menos que hablen, más que inspiren confianza a los demás, menos de que arrojen un chorro de agua fría, sobre los que han dado aún que sea un paso en la dirección correcta, más que señalen lo que está bien, menos que insistan en señalar lo que está mal, más que encienda una vela y menos que maldigan la oscuridad”.
"El sentido está, existe y nuestra tarea es solamente encontrarlo", como diría Victor Frankl.