EDUCACIÓN

Buena niña

Nos educaron en una sociedad donde el valor era quedarse callada, ser sumisa y obediente. La sociedad esperaba que fuéramos cuidadoras, madres y trabajadoras sin descanso alguno

Mujeres / Ilustración
Mujeres / IlustraciónCréditos: Pixabay
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27 Ene 23 - Buena niña

¿Alguna vez has dado mayor importancia a los deseos y necesidades de los demás y por eso has dejado de lado los tuyos? Con frecuencia idealizamos a las demás personas e intentamos satisfacer sus deseos con la premisa de que si lo hacemos conseguiremos nuestra propia felicidad a costa de la de los demás. Hoy te voy a explicar por qué sucede esto y cómo se llama este fenómeno, el síndrome de la niña buena. 

Nos educaron en una sociedad donde el valor era quedarse callada, ser sumisa y obediente. La sociedad esperaba que fuéramos cuidadoras, madres y trabajadoras sin descanso alguno. Este término fue creado por la psicoterapeuta Beverly Engel en su libro Nice Girl Syndrome y hoy en día, afecta a gran parte de la población femenina, aunque, según Engel, también se da en algunos hombres.

Durante la infancia, el carácter obediente y complaciente merece el reconocimiento de los adultos, pero este hecho no solo no es tan benéfico, ya que, a partir de esto, es normal que la gente se aproveche de este temperamento y se genere un problema.

No existe una clasificación clínica de este síndrome, es decir, no está tipificado como trastorno, pero es un patrón de conducta muy claro cuyas características se basan en estigmas sociales donde la mujer debe ser agradable, no enojarse y dejar ir emociones culturalmente calificadas como negativas. Frases como: “calladita te ves más bonita”, lo tipifican.

Aunque no lo creas, este síndrome persiste en nuestra sociedad. Es el que nos condiciona a llegar a nuestra etapa adulta y ser siempre las mejores en todo, perfectas, nos dictamina a hacer todo lo que se espera de nosotras y a portarnos siempre bien, a gustarle al mundo. En el imaginario colectivo, se asocia que las mujeres serán premiadas si son dóciles y obedientes, cero quejosas o rebeldes.

Si temes decir no, si no quieres decepcionar a los demás y las críticas te destruyen, es posible que tengas esta conducta.

Imagínate llegar a la edad adulta con esa actitud complaciente, con el miedo de defenderte y la inseguridad ante el enfado de alguien que te rodea. Imagínate tener la necesidad de hacer creer a los demás, ante todo, que eres una niña buena y creer que, por ser deferente, la gente te va a querer más. Agradar a todo el mundo es en sí misma, una tarea imposible.

Este mandato social puede parecer invencible, pero no lo es. Lo ideal para salir de esta dinámica es, primero que nada, identificarte, empezar a aceptarte tal y como eres, ser consciente de la situación y dejar de auto exigirte o regañarte a ti mismo.  Practica un no aun cuando haya algo pequeño que puedas rechazar, esta actitud te proporcionará cierto nivel de confianza que podrá evolucionar cuando se trate de algo de mayor peso.

Visualiza, sobre todo, que los sentimientos de los demás no son tu responsabilidad. Refuerza tu autenticidad y una actitud mucho más honesta. Olvídate de las máscaras y los esfuerzos por mantenerte siempre sonriente; si tienes ganas de llorar, házlo. No obedezcas, cuestiona; no te quedes callada, alza la voz y da tu opinión. No reprimas tus necesidades o emociones, pues la contención emocional te hará sufrir. Diluye por completo el miedo a no gustarle a los demás, desarrolla autonomía y habilidades sociales como una comunicación asertiva. Si es posible, aprende a decepcionar, porque de esta manera, vivirás más sana, vivirás mejor.

Mujer feliz / Ilustración / Pixabay