OPINIÓN LUIS ANTONIO DURÁN

'Hit Me Hard And Soft': La habitación de agua y deseo de Billie

El beat pop brinca de un lado a otro como las lenguas que se entrelazan y bailan, sin miedo ni pudor. Una propuesta sincera de vivir el presente.

Billie Eilish.
Billie Eilish.Créditos: EFE
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“La vieja yo sigue siendo yo y tal vez sea la verdadera yo… y creo que es bonita”, murmura Billie Eilish en “SKINNY” el inicio de su tercer álbum “HIT ME HARD AND SOFT”. Abre la puerta a una habitación inundada de lágrimas y sudor, donde habita esta familia de canciones, engendradas junto a su hermano Finneas. Billie confiesa las dudas de su futuro en una obertura de cuerdas, que da paso a las películas que disfrazan sus verdaderos sentimientos.

El deseo por comerse un antojo de “LUNCH”. Libre al fin de presentarse como bi, Billie se divierte seduciendo a “la indicada”, la que estará en su mesa y en su cama por esta noche. El beat pop brinca de un lado a otro como las lenguas que se entrelazan y bailan, sin miedo ni pudor. Una propuesta sincera de vivir el presente.

Sin embargo, caemos de nuevo en la fragilidad del corazón desmoronado. El sinte se ahoga en las bocinas de quien se encierra bajo una prisión de sábanas. En “CHIHIRO”, Billie implora libertad para alcanzar esos destellos de luz; cayó en la trampa de amar al carcelero, quien la puede destruir y olvidar al instante, mientras ella sigue esperando.

Porque su error fue amar demasiado, “THE GREATEST”, ser la mejor en entregarse a cambio de nada. Desde su cuarto, los sollozos de Billie rasgan las cuerdas, mientras su perro Shark le hace armonía de suspiros. ¿Cuánto es suficiente para alguien que jamás amó? Los murmullos se inflan poco a poco con la rabia de la espera hasta explotar en un grito desesperado por amor y, quizá, reconocimiento.

Pero quizá solo fue una mentira. En “L’AMOUR DE MA VIE”, Billie narra la historia de un amor fallido. Con el estilo de las viejas baladas, cuenta de forma suave que nunca correspondió su amor; no le desea mal, por el contrario, quiere que sea feliz con su nueva pareja… Pero al final, el impacto drástico de un trance revela la verdad: siente alivio por deshacerse de un “mediocre”, cuya pareja se vería mejor con ella.

Son los sintetizadores los que nos revelan el verdadero corazón de Billie. Al inicio de “BITTERSUITE”, escuchamos su pelea interna por evitar caer nuevamente en la trampa del deseo. Su alma grita desesperada para que su cuerpo no caiga en los besos de la lujuria… Demasiado tarde, un bamboleo tropical se menea al compás de la boca y los ombligos. No hay pensamientos; murmullos, gemidos; una mirada perdida en el infinito del océano. Olas eléctricas embisten los muros del cuarto; el orgasmo se expande como ondas de agua desde el profundo abismo del deseo.

Se extiende, sigue y sigue hasta pintar su piel, su vida de azul. Hasta el final, en “BLUE”, Billie nos revela la personalidad de este amante fallido, con quien ella misma se identifica, pues ambos tienen los mismos defectos. ¿Quizá por eso se enamoró? ¿Quizá por ello debe dejarlo? ¿Quizá por eso debería cambiar? Las miles de voces, de Billies, se entrelazan en las olas de sus lamentos: la amadora, la ave encerrada, la depredadora y la presa. Billie, la que vive bajo el escrutinio de la sociedad, la que es libre en su habitación. Billie, la de mil caras, la que sigue definiéndose y descifrándose. Billie, la que experimenta y triunfa, la que calla y se encierra. Billie, la de los ojos océano, la que busca felicidad, la que golpea y golpean. Billie Eilish, ¿cuándo escucharemos el siguiente?